La ideología de Bitcoin
Introducción
Bitcoin va a ser el símbolo que represente el mayor movimiento político desde el marxismo. En su concepción se entrelazan cuestiones como el dinero, la propiedad, el poder y la libertad. Suelo comparar su alcance con la pólvora, y de ello se derivan muchas consecuencias para su presente y futuro como ideología.
Una ideología es un conjunto de ideas verdaderas e ideas falsas que se utiliza para defender unos intereses enfrentados a otros. Si atacas a las ideas falsas, los que se encuentran bajo el paraguas de esa ideología lo utilizan como si estuvieses negando las verdaderas. Esto genera una segmentación en facciones, grupos que se van retroalimentando de la crítica y que tratarán de utilizar “sus” verdades para ganar poder de negociación para sus mentiras.
La verdad de Bitcoin: descentralización y resistencia a la censura
Bitcoin introduce un elemento que no habíamos conocido antes en el mundo digital para algo de carácter económico, un proveedor de servicios descentralizado. Gracias a su sistema de incentivos, Bitcoin lleva más de 11 años garantizando el funcionamiento sin fallo de un registro de la propiedad global sin un punto único de fallo ni control. Y sin manipulación del activo que se intercambia en ese registro de la propiedad. Esto significa que Bitcoin ha conseguido resolver el problema del doble gasto y del tercero de confianza. Ahora bien, sus consecuencias político-económicas van mucho más allá. Al conseguir esto, tenemos una herramienta de resistencia a la censura a nivel global.
Un venezolano puede prestar servicios a alguien en Europa y cobrar en bitcoin. Una mujer en Irán puede recibir donaciones desde asociaciones feministas en Europa a través de Bitcoin de forma privada. Un ciudadano que es perseguido políticamente en su país puede llevar consigo su riqueza e instalarse en un país de acogida y empezar su vida de nuevo. En un país que se prohíbe la herencia o se instauran impuestos abusivos a la herencia, cualquier ciudadano tiene libertad para transmitir su riqueza sin que un Estado lo pueda impedir o incluso saber. Todo esto y mucho más es lo que permite Bitcoin. Una resistencia a la censura económica superior a cualquiera que hubiésemos conocido antes. Y como solo es texto, el coste de perseguir el envío de texto en Internet sería tan alto que prácticamente ningún gobierno del mundo podría sostenerlo en el tiempo.
Ahora bien, la resistencia a la censura molesta a aquellos que quieren censurar, por lo que la defensa de las propiedades de Bitcoin vendrá sobre todo desde aquellos que quieren la libertad frente a la censura. Esta propiedad absoluta de Bitcoin no gustará a estatistas ni a burócratas que quieran tener a los ciudadanos atados. Sí gustará a aquellos que se consideren enemigos del Estado. Tampoco gustará a corporaciones que quieran manejar el control y tráfico económico-financiero, ni a plataformas digitales que quieran que todos los datos pasen por ellas. Sí gustará a creadores de contenido que puedan recibir donaciones directamente de sus seguidores sin merma y con privacidad. En un mundo donde los gobiernos y las corporaciones pueden bloquear fácilmente el acceso a servicios financieros, Bitcoin ofrece una alternativa que no puede ser silenciada.
La ideología de Bitcoin: Soberanía individual, libertad económica y alternativa al dinero fiat
Al saborear el poder de la propiedad absoluta de Bitcoin, muchos pueden ir más allá de lo que esto confiere, pensando que a partir de ahora pueden ser individuos soberanos. La soberanía es un concepto filosófico que hace referencia a quién es el que determina el bien y el mal. Históricamente esta función ha recaído en la Autoridad, en el saber socialmente reconocido en cada época. Con la crisis de la Autoridad por excelencia —la Iglesia católica— a raíz del protestantismo, el poder político absorbió la Autoridad, y pasó a ser soberano el monarca. Que ahora no solo determinaba lo que estaba bien y lo que estaba mal, sino que podía imponerlo porque ya detentaba el poder socialmente reconocido. Las monarquías absolutas generaron un aparato de poder político-jurídico que terminó dando lugar al Estado, cuya esencia era la soberanía. Esta es una cualidad divina que ha usurpado el Estado. El riesgo que se corre ahora es que ante la crisis del Estado sean los individuos los que gracias a Bitcoin se consideren capaces de determinar el bien y el mal.
Otro aspecto clave de la ideología de Bitcoin es la promoción de la libertad económica, al permitir a las personas almacenar y transferir valor sin depender de terceros. Las comunidades políticas ejercen cierto control sobre el comercio. La posibilidad de intercambiar bienes y servicios con un medio de intercambio resistente a la censura también da a entender que los individuos pueden gozar de una libertad absoluta en el campo económico, cayendo así en la consideración de que cualquier tipo de ejercicio del poder que limite esas actividades es malo per se, tendiendo hacia la anarquía.
El tercer punto de la ideología de Bitcoin es que será una alternativa al dinero fiat. Estas ideas han sido ampliamente difundidas en la comunidad bitcoiner especialmente por las ideas de Saifedean Ammous y su libro El Patrón Bitcoin. Ante la creciente dolarización del mundo —y lo que queda— este ha sido uno de los puntos más débiles a la hora de dar a conocer Bitcoin, dado que los economistas rápidamente veían que un activo con una oferta fija iba a ser más volátil que sus alternativas, dificultando así el cálculo económico, y por ello difícilmente iba a ser lo que tantos seguidores de El Patrón Bitcoin sostenían. Además, Bitcoin incrementa los costes de transacción (R. Coase) frente al fiat, por lo que salvo una catástrofe global que acabase con el dinero fiat, difícilmente fuese demandada una alternativa.
Estas tres notas son las que a mi juicio definen la línea ideológica de Bitcoin, y las que en buena medida hacen que su ritmo de adopción sea más lento y erróneo desde un punto de vista de la autocustodia y la privacidad, de su adopción y de su finalidad.
El futuro de Bitcoin y su impacto en la sociedad
A medida que Bitcoin continúa ganando terreno, su ideología está teniendo un impacto cada vez mayor en la sociedad. Más allá de su uso, Bitcoin está inspirando nuevas formas de pensar sobre la organización económica y social. Un ejemplo de ello fue la Bitcoin City de El Salvador, un completo fracaso hasta el momento. A mi juicio, el error está en utilizar el relato ideológico de Bitcoin como fundamento de una nueva comunidad política. Los metarrelatos que fundamentan las comunidades políticas normalmente están basados en ideas religiosas, históricas o mitológicas. No hay ciudades de la rueda, de la imprenta o ciudades de la pólvora, porque no son más que herramientas que permiten avanzar socialmente, pero no son relatos que permitan fundamentar nuevos proyectos políticos. Y la ideología de Bitcoin incorpora elementos esencialmente antipolíticos, y a mi juicio erróneos, para poder llevar a cabo esa superación del Estado.
Una visión más pragmática de Bitcoin nos permitiría verlo como una herramienta de transformación social para crear nuevas comunidades políticas, pero no como su fundamento, sino como el arma que nos devuelve poder de negociación frente a los Estados y nos permite imponerles costes.
Es fundamental corregir la ideología de Bitcoin hacia un relato más certero y pragmático sobre su naturaleza para que podamos utilizarlo como una herramienta de transformación política y no como el leitmotiv de las nuevas comunidades políticas o del estilo de vida de los individuos.